El regreso de Patricio Vega Arrobo al ámbito literario
de Loja, a través de su reciente poemario titulado “He llorado versos en el
jardín de la nostalgia”, se presenta como un susurro reverberante en el alma de
la poesía ecuatoriana. Desde su incursión en el panorama poético local en 2014,
ha tejido una compleja comunidad literaria de emociones y acciones culturales
que trascienden las fronteras temporales y espaciales, pero ahora, desde su
intimidad, invitándonos a embarcarnos en un viaje de introspección melancólica
por su patio trasero.
En esta obra, Vega Arrobo nos ofrece 42 poemas que
fluyen entre la belleza y el sufrimiento, creando un jardín donde florecen
memorias y ausencias. Su estilo evoca la mención de la influencia de maestros
como Baudelaire en matices que recuerdan a frases como: “Más de una flor
despliega con pesar su perfume dulce como un secreto en las soledades
profundas”, manifestándose en líneas que mimetizan aberraciones y despojos,
recordándonos que la creación artística es un eco del sufrimiento humano.
También referencia y se hace eco del huerto de Rimbaud: “¡La hemos vuelto a
hallar! /– ¿Qué? – La Eternidad. / Es la mar mezclada / con el sol.” El título
del libro nos invita a reflexionar sobre la lucha entre el dolor y la hermosura
de este latir, un recordatorio de que en el arte resuena, con fuerza en el
pecho, un anhelo por lo perdido.
Entre mis versos predilectos, encuentro aquellos que
evocan la lucha del escritor ante circunstancias que amenazan su condición,
convirtiendo sus poemas en fragmentos de la vida cotidiana, similares a las
crónicas de un observador urbano. En este contexto, el poema “Crónica de mi yo
solitario” emerge como un canto a la introspección. La parábola de la “sombra
pasional del karma” insinúa que el pasado, con sus amores y pérdidas, sigue
vivo, moldeando la identidad y generando conmociones reales. La reminiscencia
de “íntimas rosas” y el “cementerio de ausencias” sumergen al lector en una
atmósfera apesadumbrada, haciendo tangible el peso del amor perdido y la
tristeza que lo acompaña, junto a la misma poesía.
En “Segunda crónica”, Vega Arrobo explora la lucha
interna entre deseo y desilusión. El jardín se convierte en un símbolo que contrasta
la búsqueda de felicidad con la cruda realidad de la pérdida. Aquí, el poeta,
que alguna vez fue “amante”, se convierte en un observador de su
vulnerabilidad, capturando la fragilidad de las emociones inhumanas.
Este juego de luces y sombras se repite a lo largo del poemario, enfatizando la
inevitabilidad de la pérdida como un tema recurrente, propio de la vida.
En “súplica en la sombra de tu ausencia”, el anhelo se
erige como protagonista. La figura de Azucena, idealizada y ausente, se
convierte en símbolo del amor que se ha desvanecido. La ciudad, con sus “formas
crueles”, contrasta con la fragilidad del deseo, y la repetición del nombre
“Azucena” actúa como un mantra que intensifica la carga emocional del poema,
como si cada uno tuviera un jardín en las veredas de su casa. Imágenes como
“paisaje incinerado” enriquecen el tono melancólico y revelan la complejidad de
la vida del poeta en un rincón de la casa.
Foto: Portada del libro” “He llorado versos en el jardín de la nostalgia”.
La naturaleza en el hogar, recurrente en la obra de
Vega Arrobo, actúa como espejo de los estados emocionales del hablante. Las
imágenes de flores y paisajes simbolizan la fragilidad de la vida y la
transitoriedad de las relaciones humanas. La constante exploración entre la
“rosa de muerte” y la “rosa de vida” condensa la belleza trágica de las
interacciones humanas y la inevitabilidad del quebranto ante estas situaciones.
El poemario culmina con “crónica de un caminante”, un
cierre vehemente donde el poeta confronta su desolación y las oportunidades
perdidas. Las “cicatrices” y la alegoría del “jardín convertido en papel”
reflejan la flaqueza de la memoria y el acto de creación. Este tono resignado y
reflexivo ofrece una aceptación del olvido, la acústica de la experiencia
universal que todos compartimos en algún momento de nuestras vidas.
He llorado versos en el jardín de la nostalgia, no
solo ratifica a Patricio Vega Arrobo como una voz potente en la poesía
contemporánea ecuatoriana, sino que también invita al lector a reflexionar
sobre sus propias experiencias de pérdida y la divinidad que puede surgir del
sufrimiento. A través de su exploración de la melancolía y el desamor, el autor
transforma su dolor en luz, creando un jardín donde los versos florecen en
medio de la nostalgia. Este poemario es, sin duda, un testimonio del poder del
arte para elevar el sufrimiento a nuevas alturas de comprensión y belleza.
Si anhelas una lectura que profundice en la obra de un
poeta, te animo a explorar esta fenomenal creación. El poeta revela la compleja
relación de cuestionar (nos) el amor, transformando lo cotidiano en un espejo
de nuestras experiencias. Ahora: ¿Qué esperas para leerlo?
Visita su stand en Loja, Plaza de la Independencia, en San Sebastián:
https://lumbrerastand.blogspot.com/
Por Byron Carrión